Empecé el 2015 con esta idea, la de aprovechar cada día estando consciente de que el tiempo no vuelve. Es que a veces nos arrepentimos de no haber hecho algo cuando ya es tarde, cuando ya no somos los mismos de antes o cuando las ausencias comienzan a abundar. En fin, espero que esto le guste a quien lo lea :)
Mementō mori
En días
como este, me entran unas irrefrenables, compulsivas, desmedidas y
locas ganas de vivir, de correr por el pasto liso que me rodea, de
cantar serenatas a las señoras serenas que están a mi lado, de
reír.
La tibieza
del mediodía hace que recuerde los almuerzos con guisos de arroz en
la cabaña familiar cerca del río, en el que nos bañábamos después de
jugar toda la tarde con el perro del vecino. Íbamos allí cada
verano, hasta que cumplí 10 años. Después volví a los 17,
buscando un poco de soledad.
Mamá nos
gritaba a mi hermano y a mí porque dejábamos que el perro nos
ensucie de pies a cabeza con la arena oscura de la playa.
Escuchábamos su llamado, jugábamos una carrera para decidir quién
era más veloz y nos limpiábamos los zapatos antes de entrar. Papá
se reía de nosotros y le decía a nuestra madre que solo éramos
niños, niños felices, y que nos dejara ser así. Ya llegarían los
momentos para preocuparse de verdad.
También
solíamos jugar con una niña a la que le faltaba un diente. Su
lengua asomaba por la ventanita oscura dentro de su boca, y nos
parecía increíble. Nosotros le mostrábamos que podíamos eructar
las letras del alfabeto y ella nos invitaba a merendar unas galletas
que hacía su mamá. Eran bastante duras, con razón. No recuerdo su
nombre, pero eso no importa ahora, después de tantos años.
Regresé a
la cabaña el otoño en que se separaron mis padres, el viento frío
me lamía la cara cuando la vi acercarse. Ella había dejado de ser
una especie de duendecillo del bosque para convertirse en una mujer
preciosa. Fue cuando volví a encontrarme con aquella quinceañera
,con flores en vez de mejillas, que comprendí que la primavera no es
una estación, sino un estado, y fue la primera que me besó y mordió
mis labios con todos sus dientes, ya sin la misteriosa ventanita. El
cantar de las cigarras me habla de ella, de sus grandes ojos pardos
que aceleraron mi corazón por primera vez, y de su cabello oscuro,
que me perdió con su aroma en el primer abrazo.
El sol se
filtra por un claro cercano, la brisa estival trae el aroma de unas
gardenias que plantó en primavera la señora Azul. Los recuerdos
vienen a mí como los pajarillos a la fuente que hay en el patio
central. Y sí, ¿qué puedo hacer además de recordar?
El que
había sido un hombre escuchó unos pasos suaves aproximándose a
donde él se encontraba. Dejó sus cavilaciones y dirigió lo que
hubiera sido una mirada hacia un sendero por el que venía una
muchacha de cabello largo y
postura desafiante. Se asemejaba,sorprendentemente, a la última
mujer a la que había amado, esa que le había robado el aliento
-literalmente-, y cuyo hermano le había regalado como bienvenida a
la familia ese hueco cerca del corazón, que de vez en cuando
acariciaba cuando se acordaba de ella.
Asombrado,
se puso de pie e hizo el ademán de acomodarse el peinado, cosa
bastante inusual en alguien con su aspecto cadavérico y lampiño.
Ella cruzó, indiferente, a su lado. Quizás no lo notó por las
lágrimas que salían de sus ojos e iban a bañar el ramo de flores que guardaba en sus manos. Quizás porque la figura erguida a su lado
se asemejaba más a unas ramas que a un hombre. Quizás por el
silencio sepulcral que había llegado con la hora de la siesta.
Una nube
gigantesca cubrió con una sombra densa la pradera donde las dos
figuras habían convergido. Los pájaros negros, en las copas de los árboles,
observaban la escena con atención mientras rompían el aire con sus
graznidos descompasados.
- No sabés
cuánto te extraño- susurró la muchacha, que se había arrodillado
para dejar las flores en el suelo.
-Es en
vano, lo muertos no escuchan- quiso decirle él, pero recordó que
tampoco hablan, ni hacen nada.
El muerto
estuvo largo rato meditando al lado de la joven, que murmuraba una
plegaria, y cuando ella se fue, él volvió a su lugar, apoyando la
cabeza en su cabecera de piedra blanca, deseando poder vivir para
espantar a esos pájaros que no dejaban de chillar.
Que este lunes haya dado inicio a una buena semana, y si no fue así, mañana te puede ir mejor :)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Quiero saber qué pensás :)