Hoy comparto con ustedes un par de cuentitos breves que escribimos con el Cochineitor en la clase de lingüística. La consigna era usar las palabras "revólver/revolver/sería/seria/viaje/viajé/el/él" y, sin una charla previa, salió esto.
“Sin hablarnos ni mirarnos, simplemente, nos
encontramos”
La puerta 35
–Gallardo, Rubén–
El revólver
fue lo único que quedó. Él estaba tirado y ella, seria con arma en mano.
Debí suspender mi viaje porque un caso muy
urgente había surgido en un departamento del centro de la ciudad. Intenté
llamarla pero extrañamente la llamada entró al buzón. ¿Estaría ocupada? ¿Sería
eso o algo sucedió?
Después de varios intentos llegué al
departamento y me arriesgué a subir solo. El edificio estaba vacío, todos
desalojaron el lugar por el estruendo del disparo.
Con gran sigilo subí las escaleras y llegué
a esa puerta, la puerta 35. La abrí gritando –las manos en alto y suelte el arma-, y mi cuerpo se paralizó.
Mi mente comenzó a revolver situaciones y
empezaba a entenderlo todo. Ella tenía el arma apuntando en su cabeza y con
ojos fríos y la boca seca dijo “te amo”.
Y disparó.
Desde allí viajé a todas partes sin llegar a
ningún sitio. Es por eso que me dejo caer a este abismo congelado con mis ojos
mirando al cielo. Mientras el agua se hace mi confidente y la luna desfigurada
-con su resplandor-, me regala la esperanza de volver a encontrarla.
Una mirada seria
–Insaurralde,
Jandra–
¿Quieren saber el verdadero motivo de mi viaje? Pues entonces se los
contaré.
Cierta madrugada, me desperté sabiendo que sería un día fuera de lo
común. El perro ladraba estruendosamente y eso me quitó el sueño antes de la
llegada del amanecer. Cuando bajé por las escaleras me encontré con un viejo
amigo muy ocupado en revolver mis pertenencias. Con un paso titubeante pisé el
último escalón que crujió bajo mi peso. Al instante, se dio cuenta de que lo
estaba observando así que me miró y sonrió. Yo solamente le devolví una mirada
seria.
Me
dijo que no me preocupara, que no me haría daño porque había venido a buscar
algo que era suyo y luego se iría –el daño ya estaba hecho.
Esta vez, la que sonreí fui yo. Descubrí el revólver que traía escondido
bajo la bata, susurré “te amo”, y disparé –te amé-, dejó de moverse.
Nadie me quitaría el secreto que ocultaba en la caja fuerte de la sala de estar, ni siquiera él.
Es por eso que viajé hasta aquí, para escaparme del pasado.
FIN
muy bien. tienes 20.
ResponderEliminaraww gracias :D es nota compartida :D
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